mi ballet

He tardado demasiado en escribir este post acerca de Ballet. Se fue el 26 de abril de este año. Simplemente tenía que irse. Cuando sucedió, pensé que era imposible porque ella no me había avisado (siempre lo hacen) pero sólo tuve que recordar un poco para darme cuenta de que sí lo hizo, un año antes. Siempre me ha pasado esto con ellos; tengo algún tipo de extraña capacidad para entenderlos, aún después de su viaje a la Tierra.

A veces, en sueños me avisan de que ha llegado o llegará su momento. Así lo hizo ella y recordé que desde que tuve ese sueño traté de estar con ella todo el máximo tiempo posible. Creo que pude haber estado más, es la sensación que siempre me queda, pero aún así, aprendí a hacer caso a todo lo que me dicen; a todo de lo que por alguna razón, quizás sea algún tipo de privilegio.

Se fue dejando a dos gatitas, Lisa y Audrey pero ya mayores. Lisa se escapó al monte siendo muy pequeña y desde aquellos días en los que no estuvo, Audrey ya nunca más la quiso en casa, así que vive un poco más alejada. Audrey fue mamá este año, de tres gatitos preciosos. Un recuerdo precioso de Ballet, fue que unos días antes de irse, volvió a casa en medio de la noche con un maullido diferente y estaba llenando de besos a sus gatitas. Ella era de esas gatas que dejan de darles de mamar a las crias y les gruñe para que no se le acerquen, pues aquel día no, estaba muy cariñosa. Recuerdo que abrí la puerta y estuve muchísimo tiempo sentada en la puerta de casa con ella en el regazo. Aquel día ya supe que algo pasaría pronto, porque cuando empiezan a hacer cosas así extrañas, luego se van. Sin duda era mi gata. Ballet se me quedaba mirando siempre las pestañas y muchísimas veces me besaba la carita. Era mi adoración. Me encantaba todo de ella; sus colores otoñales, su pelo largo, su carácter tan cambiante como la luna y que me dejó bañarla siempre que quise. Me gustaría pensar que ella volverá de nuevo a mí, como en mi historia favorita de «Ella y su gato«.